El Presidente electo de Chile, Sebastián Piñera, acaba de dar a conocer el que será su primer gabinete ministerial, en una ceremonia cargada de simbolismos sugerentes y de buenos propósitos. Llamó la atención, en ese contexto, el uso de la palabra "excelencia", como adjetivo calificativo de su equipo básico de gobierno. Lo dijo Piñera varias veces y lo repitieron hasta la saciedad todos los ministros que enfrentaron a la prensa. Creo que hacer este ejercicio al comenzar la tarea de un gobierno de cuatro años equivale a lanzarse a una piscina con poca agua. El riesgo de accidente es muy grande, porque despierta esperanzas desmesuradas que la experiencia después suele arruinar. Si el gobierno, al final de su período, no logra ser calificado con justicia como "excelente", mostrará caras largas y frustradas si sólo fue bueno a secas. Pienso que sería mejor no caer en expresiones grandilocuentes, que después son desmentidas por la realidad. Si fue de excelencia el gabinete y el gobierno se medirá al final o, a lo menos, cuando haya caminado un buen trecho. Y serán los resultados los que indicarán la calidad de la gestión. El gabinete de Piñera tiene sin duda gente muy calificada, pero es, a la vez, gente sin experiencia de gobierno en cargos de ministros, con la sola excepción de Ravinet en Defensa. Más aún, se trata de personas que han vivido en el mundo empresarial, o en el ámbito académico, o en la política local y nacional siempre desde el campo opositor. Así, por muy buenas intenciones que se tengan van a atravesar los ministros por un cierto período de aprendizaje. Deberemos estar atentos a lo que pase en la práctica.
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