miércoles, septiembre 17, 2008

DIPLOMACIA AL MÁS ALTO NIVEL EN AMÉRICA LATINA

Lo que acaba de vivirse en Santiago reviste el mayor interés para América Latina. En efecto, esta es la segunda vez, en pocos meses, que la diplomacia practicada por Jefes de Estado muestra resultados. Primero fue el Grupo de Río, cuando hizo el "milagro" de acercar a las partes, después de la crisis que produjo el ataque de Colombia a un campamento de las FARC, instalado, como se sabe, en territorio ecuatoriano. Ahora ha sido UNASUR la que ha actuado y ha logrado un acuerdo que, de ser aplicado con firmeza, puede impedir muchos males en Bolivia, desde mayores derramamientos de sangre, hasta la fragmentación del propio país. Más allá de un análisis de cada una de las circunstancias enfrentadas entonces y ahora, resulta significativo el hecho de esta rápida acción al más alto nivel político, pues habla mucho de la naturaleza de lo sucedido en cada ocasión. Siendo diferentes los casos, ambos tienen en común una gravedad política mayúcula, que ni siquiera los cancilleres, sino sólo las más altas instancias políticas, los Jefes de Estado, podían resolver. Esto está bien así y, con seguridad, seguirá acaeciendo en el futuro. Considero, además, que debiera pensarse más sistemáticamente la aplicación de este mecanismo a otros temas que también son de gran calado político, como es el caso de la integración. Más necesaria que nunca, ella existe actualmente, más en la retórica de los discursos (yo mismo hice varios cuando era Secretario General del Sistema Económico Latinoamericano, SELA), que en la práctica de los Estados. Debiéramos actuar como los europeos, que radicaron en las manos de los Jefes de Gobierno (ellos separan Estado y Gobierno) las decisiones principales. Además, rubricaron siempre su voluntad política con seguimientos que hicieron ellos mismos. Lo que ha sucedido en América Latina este año, con los dos eventos aquí mencionados, abre nuevas posibilidades. Los Jefes de Estado de todos los países de esta región tienen la palabra. 

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martes, septiembre 09, 2008

EL SEÑOR DE LA QUERENCIA

Quienes hayan visto -como personalmente lo hice- "El señor de la Querancia", la dramática teleserie nocturna de Televisión Nacional de Chile, TVN, entenderán lo que voy a escribir. Los demás, si leen este artículo, tal vez queden con la curiosidad y se informen sobre el argumento de la tragedia. Se trata de una historia ficticia, pero bastante próxima a lo que, en muchos aspectos, puede haber sucedido más de una vez en la realidad. Acaece en 1920 en una hacienda chilena, dominada por un patrón sicópata. Con métodos de fuerza, que van desde el uso abusivo de una autoridad que impregna culturalmente el ambiente y condiciona de antemano la conducta de todos los participantes, hasta el asesinato más bestial de quienquiera que se le cruce en el camino, así sean los propios miembros de su familia, este sujeto protagoniza una auténtica tragedia griega. Efectivamente, todos saben y temen el final sangriento, pero nadie hace lo indispensable para atajar la terrible dinámica, sino más bien, hacen lo necesario para el fatal desenlace. Se trata de un caso patológico, es cierto, que llega a los peores extremos. Pese a ello, hay elementos que llaman a la reflexión, porque en el país vivimos hasta ahora, situaciones semejantes, en muchos puntos, a las llevadas a cabo por el personaje de marras. ¿Acaso no vemos a diaro en TV, o leemos en todos los medios escritos, o escuchamos en todos los medios orales, o conocemos por internet, que en Chile se viola y maltrata a menores y adultas, se matan mujeres y niños, se explota a mucha gente sin piedad alguna? ¿Ha desaparecido, acaso, la cultura autoritaria y arbitraria? Dejo planteada las preguntas para que sea el mismo lector quien las responda. Pero hay más. Sin quererlo -¿o queriéndolo?- la historia recuerda la lógica del nazismo y de otros totalitarismos semejantes. Una ideología implacable da justificación a los actos del tirano, el que se siente "llamado" a ejecutar sus crímenes por una causa superior. En la teleserie es Dios quien le habla y le dicta al "iluminado" lo que debe hacer. En la realidad histórica contemporánea, para no ir más atrás esta vez, otros sintieron a la Patria, a la raza o a la clase como el sujeto supremo que determinaba sus actos, pero el resultado fue siempre el mismo: holocausto, "limpieza étnica", Gulag, detenidos-desaparecidos y un largo etcétera. La conclusión más elemental nos dice que estemos alertas en todos los niveles en que nos movemos, a fin de reducirle, tanto como sea posible, los espacios a esta patología social que tanto daño y dolor ha causado. Cuesta imaginar una erradicación total, pero hacia allá debiéramos caminar todos los días, si queremos construir una sociedad con desarrollo integral y atravesada culturalmente por el valor de la solidaridad. Es, por lo demás, la única manera de ir a la raíz del mal, atacando sus causas y no solamente sus efectos.

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