"... según entiendo, cuando el camarada Boye nos dice que él no está por “corregir” el modelo, sino por “cambiarlo”, no me parece que se está refiriendo a este debate, por así llamarlo, “tecnócrata”. El camarada Boye está haciendo un planteamiento fundamental de principios, conforme a nuestra doctrina, de acuerdo a la cual el sistema capitalista debe ser sustituido porque es esencialmente un sistema injusto, con lo que no puedo estar más de acuerdo, porque yo también “he luchado toda la vida” por ese cambio."

Correa entiende bien. De esto se trata. Y él lo precisa aún más en sus palabras siguientes:

"Sin embargo, la idea de ‘cambio’ en esta perspectiva no corresponde al “timing” del debate de corrección señalado, que es algo actual e inmediato, sino, como el propio camarada Boye lo adelanta, es algo “mucho más largo”: es “una larga marcha noviolenta activa”. Yo diría, es una larga marcha democrática."

Acepto también que decimos lo mismo cuando hablamos de larga marcha noviolenta activa o larga marcha democrática. El principio y el método de la noviolencia activa constituyen el alma de una democracia y lo mejor de ella. Toda violencia (no fuerza) queda excluída, sin que por ello las víctimas de injusticias queden indefensas. Siempre tendrán herramientas noviolentas -o democráticas- para poder luchar por sus derechos. Como bien concluye Correa "el cambio, sin caminos democráticos para alcanzarlo, es una quimera y, más que eso, una traición a las esperanzas de los más necesitados, una irresponsabilidad que los pueblos terminan pagando con su sangre".

Aparte de lo dicho, también coincido con Correa que plantear correcciones al modelo o profundizaciones del mismo equivale a estar con él, o sea, y esto lo digo yo, a defenderlo, mantenerlo, validarlo y legitimarlo. Por eso, aunque mi planteamiento quede, hasta ahora, en un plano más general y no técnico, lo que corresponde hacer hacia adelante, si queremos sustituir el actual modelo por otro realmente diferente, es comenzar a diseñar programas que vayan apuntando hacia la transformación de lo existente. Si queremos desarrollo integral no podemos seguir quedándonos en políticas de puro crecimiento económico. Tenemos, por ejemplo, que considerar a fondo la inclusión de la dimensión cultural en el concepto mismo de desarrollo y elaborar políticas públicas que contemplen claramente esta dimensión que se suele relegar al rincón de lo superfluo, de lo prescindible. Si nuestro modelo final es una sociedad atravesada por el principio de solidaridad, capaz de sustituir el feroz individualismo ya instalado en nuestra realidad por el modelo introducido en Chile por los Chigago Boys de Pinochet, y que hasta ahora no se ve combatido con toda claridad, nuestra tarea deberá consistir en introducir el elemento solidario en todas las políticas públicas venideras. No digo aquí que esto no se haya hecho, pero está muy claro que hay todavía un larguísimo tramo por recorrer.