martes, septiembre 09, 2008

EL SEÑOR DE LA QUERENCIA

Quienes hayan visto -como personalmente lo hice- "El señor de la Querancia", la dramática teleserie nocturna de Televisión Nacional de Chile, TVN, entenderán lo que voy a escribir. Los demás, si leen este artículo, tal vez queden con la curiosidad y se informen sobre el argumento de la tragedia. Se trata de una historia ficticia, pero bastante próxima a lo que, en muchos aspectos, puede haber sucedido más de una vez en la realidad. Acaece en 1920 en una hacienda chilena, dominada por un patrón sicópata. Con métodos de fuerza, que van desde el uso abusivo de una autoridad que impregna culturalmente el ambiente y condiciona de antemano la conducta de todos los participantes, hasta el asesinato más bestial de quienquiera que se le cruce en el camino, así sean los propios miembros de su familia, este sujeto protagoniza una auténtica tragedia griega. Efectivamente, todos saben y temen el final sangriento, pero nadie hace lo indispensable para atajar la terrible dinámica, sino más bien, hacen lo necesario para el fatal desenlace. Se trata de un caso patológico, es cierto, que llega a los peores extremos. Pese a ello, hay elementos que llaman a la reflexión, porque en el país vivimos hasta ahora, situaciones semejantes, en muchos puntos, a las llevadas a cabo por el personaje de marras. ¿Acaso no vemos a diaro en TV, o leemos en todos los medios escritos, o escuchamos en todos los medios orales, o conocemos por internet, que en Chile se viola y maltrata a menores y adultas, se matan mujeres y niños, se explota a mucha gente sin piedad alguna? ¿Ha desaparecido, acaso, la cultura autoritaria y arbitraria? Dejo planteada las preguntas para que sea el mismo lector quien las responda. Pero hay más. Sin quererlo -¿o queriéndolo?- la historia recuerda la lógica del nazismo y de otros totalitarismos semejantes. Una ideología implacable da justificación a los actos del tirano, el que se siente "llamado" a ejecutar sus crímenes por una causa superior. En la teleserie es Dios quien le habla y le dicta al "iluminado" lo que debe hacer. En la realidad histórica contemporánea, para no ir más atrás esta vez, otros sintieron a la Patria, a la raza o a la clase como el sujeto supremo que determinaba sus actos, pero el resultado fue siempre el mismo: holocausto, "limpieza étnica", Gulag, detenidos-desaparecidos y un largo etcétera. La conclusión más elemental nos dice que estemos alertas en todos los niveles en que nos movemos, a fin de reducirle, tanto como sea posible, los espacios a esta patología social que tanto daño y dolor ha causado. Cuesta imaginar una erradicación total, pero hacia allá debiéramos caminar todos los días, si queremos construir una sociedad con desarrollo integral y atravesada culturalmente por el valor de la solidaridad. Es, por lo demás, la única manera de ir a la raíz del mal, atacando sus causas y no solamente sus efectos.

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