lunes, febrero 20, 2006

¿HACIA UNA SOCIEDAD SOLIDARIA?

En mis observaciones sobre el Gabinete designado por Michelle Bachelet insinué un tema que, prometí, trataría en un próximo artículo. Ahora lo hago, advirtiendo que esta reflexión entronca con una escrita por mí aquí el 13 de enero pasado, a dos días de la segunda vuelta, bajo el ambicioso título "EL PAÍS POR CONSTRUIR: DE UN MODELO DOMINADOR A UNO SOLIDARIO". Para no repetirme, copio sin correcciones, que ahora haría, lo escrito entonces:

"En el silencio impuesto por la ley electoral, hecho bienvenido en estos tiempos de bullicio electorero y farandulero, creo que se puede dejar planteado un tema medular, que, entre todos, debiéramos discutir, diseñar y realizar en el futuro. Se refiere al modelo de sociedad que Chile debe llegar a tener. No podemos conformarnos con lo que hemos hecho todos hasta ahora. Hemos construido un país que, teniendo virtudes y potencialidades inmensas, muestra también terribles carencias que lo frenan. Pienso que nuestra situación debe ser analizada desde una perspectiva integral. Esto significa hacer un esfuerzo para ver lo que sucede en los diversos aspectos de nuestra realidad. Se requiere entonces, para comenzar, un diagnóstico integral o completo. Hecho esto, se debe encontrar un camino capaz de encarar el conjunto de los desafíos. Finalmente, la puesta en práctica de lo que se determine deberá ser también consistentemente integral." [Hace pocos días me encontré con unas palabras de Lagos que plantean prácticamente lo mismo. Hablando sobre el Bicentenario decía: "Doscientos años después, estamos diciendo que, si en verdad queremos una sociedad más democrática, el énfasis en la políticas públicas debe centrarse en ser capaces de abrir mayores espacios de desarrollo integral a los que tienen menos oportunidades respecto de los que tienen más".]
Continuaba mi reflexión: "Quiero esta vez, en cuatro ejes, bosquejar las áreas temáticas que comprende un enfoque de esta naturaleza, o sea, integral:
  1. El tema es cultural antes que nada. Se sitúa en las ideas y creencias que tenemos en la cabeza los chilenos sobre lo que es y debe ser nuestro país. El "alma de Chile", de la cual habló en su tiempo el recordado Cardenal Silva Henríquez, fijará siempre la orientación final de nuestra sociedad. Por eso coloco este aspecto en primer lugar. Es un largo y complejo asunto que aquí sólo se menciona. Requerirá, más adelante, tratamiento especial.
  2. El tema es también institucional, sistémico. La organización política y jurídica no es indiferente en relación a la sociedad que tenemos. En términos históricos, venimos saliendo de una auténtica orgía de autoritarismo, protagonizada por una contrarrevolución impuesta a sangre y fuego en 1973, que dejó una institucionalidad a su medida. La superación de la misma se ha venido haciendo de modo evolutivo, reformista, y no revolucionario. Ha sido una prueba dura de paciencia y persistencia, no apta para impacientes. Se ha avanzado mucho, pero queda igualmente otro buen trecho que recorrer.
  3. A las dos dimensiones anteriores, esencialmente colectivas, se unen dos individuales. La primera es externa y trata del cuidado y desarrollo físico y mental de cada persona. La salud pública y la medicina, incluyendo particularmente la neurología, tienen aquí un rol muy grande que jugar.
  4. La segunda es interna y se refiere al desarrollo de la conciencia de cada persona. Su avance nunca es parejo y determina fuertemente lo que sucede en las otras tres dimensiones. La psicología es fundamental en este ángulo de la realidad. (Agrego ahora: también las religiones y las filosofías de vida que buscan la realización espiritual de las personas encuentran un sitio en esta dimensión o ámbito de la realidad total...)

Toda apuesta política nueva deberá tener presente esta estructura, de una realidad en cuatro dimensiones y no, como suele hacerse, tomando en cuenta una sola de ellas. La chatura de lo que se ha hecho radica en esta falla central. Partiendo de la situación actual de Chile, en que hemos heredado un modelo dominador y patriarcal de larga data (no sólo desde 1973; en verdad, desde el pasado colonial), pienso que es imperioso, además, encaminar a Chile hacia un modelo solidario. El primero tiene una larguísima y accidentada historia. Estaba retrocediendo desde hacía algunas décadas cuando volvió por sus fueros con inusitada violencia, al imponerse en Chile la dictadura de Pinochet en 1973. El segundo modelo, el solidario, que ahora planteo, no surge de la nada en este momento. Hay raíces. Deberemos tenerlas muy en cuenta, para incluir lo avanzado en lo que se haga a partir de ahora. Sin embargo, pese a las muchas cosas realizadas con la recuperación de la democracia y la llegada de la Concertación al gobierno en 1990, falta un largo trecho por caminar. Diría más: falta casi todo lo más importante por hacer. Dejo aquí este planteamiento, que se entronca con varios artículos que he escrito aquí sobre la necesaria renovación política e ideológica que se necesita en el mundo y, desde luego, en Chile. Continuaré desarrollándolo en el nuevo panorama que está por abrirse en nuestro país."

Dos días después de escribir estas líneas fue elegida Michelle Bachelet Presidenta de la República. Aunque lo había pronosticado una y otra vez, la certeza final sólo se produjo entonces. El comienzo de una nueva realidad comenzaba de verdad.

Y es aquí donde quiero colocar la reflexión hecha y continuar desarrollándola, porque la considero central. Con Michelle Bachelet ha surgido una oportunidad histórica para que Chile avance hacia una sociedad realmente distinta a la construída hasta ahora, solidaria, fraterna, amable, participativa. El abandono de un modelo dominador, autoritario, vertical, propio del patriarcalismo y el machismo hasta ahora imperante, abre perspectivas insospechadas, todas favorables al desarrollo armónico y pacífico de Chile. Se trata de un vuelco cultural, con profundas repercusiones en lo político, lo económico y lo social. De consolidarse, todo debiera cambiar en Chile en dirección a más justicia, más equidad, más fraternidad. El valor solidaridad estaría en el corazón de esta nueva realidad.

Hay que advertir, en todo caso, que decirlo es importante y fácil, pero hacerlo es lo decisivo y complejo. Introducir, por ejemplo, componentes solidarios satisfactorios para toda la población más débil en el sistema previsional, cuya reforma es algo prometido por Michelle Bachelet, va a ser una tarea central en la cual las mejores capacidades del país van ser puestas a prueba hasta sus límites. Los políticos de la Concertación van a tener que dar una dura y disciplinada lucha contra intereses egoístas y poco visionarios que van a oponerse y van a recurrir a todo tipo de maniobras para conservar lo existente. Los técnicos y profesionales van a tener que proponer fórmulas viables, ajustadas a la decisión política de hacer algo mejor. El debate, el trabajo técnico y profesional, y la lucha, en suma, van a ser grandes.

Volvemos a quedar hasta aquí. Lo básico está en seguir desarrollando esta línea de pensamiento y tratar de hacerla carne en todos los aspectos de la vida nacional. Otro país, mucho mejor, nacerá, si lo hacemos.