jueves, noviembre 17, 2005

LA TRANSICION ¿CUÁNDO TERMINA?

Sé que el tema es polémico y que, en definitiva, no va a ser resuelto por los actores que vivimos directamente inmersos en los procesos históricos presentes. Sin embargo, debi participar ayer en la Universidad Católica de Valparaíso, en un foro sobre este asunto, junto a Manuel Antonio Garretón y al profesor Eduardo Araya, y ahí entregué mi visión.
Lo primero que me nació sugerir fue la idea de dejarle este problema a los historiadores y no abrumarnos con él, por estar marcado de relativismo. Di un ejemplo: el Presidente Patricio Aylwin pudo haber percibido con toda sinceridad que la transición estaba hecha, cuando dijo esto en su gobierno, porque pudo haber tenido en la mente que la transción terminaba al consolidarse el régimen civil. Si él, que vivió momentos tensos con los militares, llegó a sentir, percibir o intuir, que Pinochet no podía volver más a ocupar la Presidencia de la República y que tampoco las Fuerzas Armadas volverían a tomar el poder, puede haber pensado que eso era lo decisivo de la transición y que, en consecuencia, él podía pensar y decir que estaba terminada. Sin embargo, muchos discreparon de esto, al pensar que sólo habría transición concluída cuando desaparecieran los "enclaves autoritarios" de la Constitución. Al lograrse hace poco estas metas, el Presidente Lagos declaró que recién ahora había concluído la transición. Pero a los pocos días tuve una discusión en que se me dijo que la transición sólo terminaría cuando hubiese una "nueva" Constitución, porque la actual era la de 1980, con reformas que no cambiaban su esencia.
En suma, veo francamente el tema como un cuento de nunca acabar. Por eso vislumbro otra perspectiva para tratar el tema: la de ignorarlo en su nominalismo, esto es, la de no preocuparnos del nombre de las cosas, sino ir mejor a su contenido, a lo sucedido en el país con el conjunto de los ciudadanos. Mirados los fenómenos desde este ángulo surge un cuadro dinámico con características propias, en que las afirmaciones categóricas y tajantes no caben.
La dictadura no fue derrotada en Chile a la manera de la de Batista en Cuba en 1959, que se desplomó ante la fuerza armada de los guerrilleros y el apoyo del pueblo en las calles, hechos que abrieron las compuertas a la revolución. Al contrario, nuestra dictadura fue siendo desplazada en un proceso gradual y complejo, sólo explicable en el marco de la historia concreta chilena.
Un hito fue el plebiscito de 1988. El triunfo del NO abrió un camino único: el dictador derrotado tenía que irse, ¡pero no de inmediato, sino dentro de casi un año y medio! Y el grueso del país aceptó eso. Más aún: meses después fue a votar a favor las primeras y tibias reformas a la Constitución, en un plebiscito que se olvida y que se llevó a cabo el 30 de junio de 1989. Este acto, en que el 74% de los ciudadanos que votó SI a lo negociado entre el gobierno militar y la naciente Concertación, consolidó evidentemente la vigencia de la Constitución existente. La Concertación se obligó entonces a gobernar el país respetando el texto reformado, cosa que hizo y que fue una de las muchas bases de su legitimidad política.
Por esta senda hemos transitado hasta ahora. Las nuevas reformas constitucionales son un paso más hacia el fin de la era Pinochet, pero seguirán quedando cosas pendientes. Dos grandes capítulos, uno político y otro económico, configuran la gran agenda pendiente. Lo más grueso en lo político está en el sistema binominal para elegir parlamentarios, sin ser lo único por cierto. Pero queda mucho más en el campo económico, pues el modelo heredado sigue mostrando fallas profundas que deberán enfrentarse en los tiempos que vienen. Se ha avanzado bastante en la crítica, pero, hasta ahora, nadie ha planteado una alternativa clara.

3 Comments:

At 10:44 p. m., Blogger Hernan Gonzalez Vergara said...

El proceso de transición, que nos puede parecer eterno, está cruzado por una serie de temas que mas de algún sociologo podrá estudiar en profundidad. Ciertamente el fenomeno de masas que se produjo con la venida de Spencer Tunick fue sintomático de un proceso social profundo y por cierto marca las pautas culturales del nuevo modelo politico que debemos producir.
Lo lamentable es que no existe hasta el momento un referente politico que sea capaz de interpretar dichos procesos sociales. Cuando pensamos que el gato de Guido Girardi asumirá la dirección de algún zoologico capitalino, porque ya no le quedan familiares humanos disponibles para colocar, ciertamente damos cuenta de una crisis profunda en la elite politica chilena. Esa clase de politicos morirá dentro de poco. Lo lamentable es que los funerales de esos señores son bastante sangrientos.

 
At 12:19 p. m., Blogger Diego Sepulveda said...

El problema de la transicion es que no sabemos donde puede terminar siempre y cuando la mentalidad chilena siga como esta a pesar de la apertura forzada pero apresurada de los chilenos no sirve de mucho.

 
At 10:57 p. m., Blogger Hernan Gonzalez Vergara said...

Creo y me maravillo de como ha ido cambiando la mentalidad del chileno. Hoy son comunes temas que hace solo diez años eran impensados. La politica siempre va a la espalda de los cambios sociales. Me parece que el actual aparato politico, con la concertación incluida, deberá dar paso a nuevas estructuras, que, al parecer, todavía no nacen. El comentario de Diego Sepulveda me parece insuficiente, ademas de adolecer de un desprecio por la "mentalidad chilena", que, perdonando la forma, me parece un dejo de ignorancia mas que un juicio muy elaborado. Pertenezco con orgullo a lo que denomina "mentalidad chilena" y creo tener el derecho de exigirle un poco mas de desarrollo.

 

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