martes, noviembre 01, 2005

EL TEMA CONSTITUCIONAL CHILENO(III)

Las constituciones políticas se dan siempre en la historia concreta de cada país. En la práctica, son un reflejo del devenir de las naciones. Chile no es una excepción y su historia constitucional es, por ello, inseparable de la historia nacional. Para aterrizar de una vez en nuestro suelo patrio, al estudiar con esta perspectiva la actual constitución, comprobaremos con facilidad que ella refleja en numerosas normas las circunstancias históricas concretas que el país vivió a lo menos desde 1973. Sin embargo, mirando sobre un horizonte todavía mayor, se verá que desde la derogación paulatina, a través de sucesivas Actas Constiticionales que la dictadura fue imponiendo, de la constitución de 1925 (que también refleja nuevamente otro fragmento de la historia nacional), se fue gestando la culminación de 1980, cuando fue aprobado el proyecto de Pinochet a través de un plebiscito muy manipulado y cuestionado por la oposición (a Andrés Zaldívar, por ejemplo, le costó varios años de exilio el haber sostenido que dicha constitución carecía de legitimidad). Hasta 1984, el campo opositor desconoció la validez del plebiscito. Pero ese año se produjo un hecho relativamente silencioso que comenzó a cambiar el curso de las cosas. En un seminario organizado por el Instituto Chilenos de Estudios Humanísticos, ICHEH, el ex Presidente Patricio Aylwin y el ex Canciller Enrique Silva Cimma, plantearon la tésis de aceptar la Constución de 1980 como un hecho, dejar de calificarla de ilegítima, y tratar de salir de la dictadura dentro de sus normas. Esta posición tuvo al comienzo pocos seguidores, pero fue tomando cuerpo con el tiempo, hasta terminar imponiéndose en el conjunto de la oposición democrática. Un momento decisivo y dramático se produjo en 1986 tras el atentado fallido a Pinochet. Los partidos de la Alianza Democrática rompieron sus contactos con el PC y el MIR, que existían a través de un comité secreto que se reunía regularmente para tratar de coordinar algunas acciones opositoras. Yo estaba en ese comité y fui testigo y secretario de actas de los diálogos sostenidos en más de treinta reuniones. Estuve en la sesión de la ruptura. Debo decir que sólo desde ese momento el distaciamiento con el PC y el MIR se hizo irreversible. Y a partir de entonces comenzó a crecer el convencimiento de que el único camino para salir de la dictadura consistiría en tratar de derrotarlo dentro de las normas que mañosamente había impuesto. Muchos dirigentes vacilaron y algunos partidos se negaron por largo tiempo a aceptar este camino, por temor, fundado sin duda, a legitimar la Constitución. Al final, todos los que luchábamos contra Pinochet entramos a esta estrategia. Hasta el Partido Comunista le ordenó a sus militantes inscribirse en los Registros Electorales y votar NO en el plebiscito de 1988.
Conocemos los resultados y lo sucedido después. Por de pronto, en acatamiento de las normas constitucionales vigentes, se aceptó que el dictador permaneciera todavía un año y medio completo en el poder, como lo establecía su constitución. Y con él se negociaron reformas a la misma, que fueron ratificadas por la ciudadanía en un plebiscito realizado a mediados de 1989. La legitimidad de este plebiscito fortaleció la vigencia de la constitución de 1980. Por un buen tiempo dejó de plantearse el tema constitucional. Durante los tres gobiernos de la Concertación se trabajó y negoció una reforma constitucional más profunda. Quedaré hasta aquí ahora, pero continuará en nuevos capítulos.