martes, octubre 18, 2005

EL SELA CUMPLIÓ 30 AÑOS
Ayer se cumplieron treinta años de la fundación del Sistema Económico Latinoamericano, SELA. Muchos de sus antecedentes pueden encontrarse en http://oboyetextos.blogspot.com, pues ahí he ido colocando mis intervenciones como Secretario Permanente de dicho organismo durante los cuatro años de mi mandato (2000 a 2003). De hecho, me correspondió en Octubre del 2000 celebrar los 25 años del SELA, cosa que hice invitando a todos los ex Secretarios Permanentes a dialogar en Caracas en torno al tema de la integración y el futuro del organismo. Con excepción de uno, concurrieron todos e hicieron excelentes aportes. Ahora me aprovecho de la pluma de mi amigo Eduardo Mayobre para ahorrarme el trabajo de hacer algo especial. Comparto en su totalidad lo que acaba de escribir. Su autoridad sobre la materia es inmensa, porque participó, como miembro de la delegación venezolana, en la negociación del Convenio de Panamá en 1975.
--------------
El SELA Y LA INTEGRACIÓN Por Eduardo Mayobre, ex Director de Relaciones Económicas del SELA
(Artículo de Opinión publicado por El Diario El Nacional, Venezuela)
Caracas, 18 de octubre de 2005.- El Sistema Económico Latinoamericano (SELA) es el único organismo internacional que agrupa exclusivamente a los países de América Latina y el Caribe. Fue fundado hace exactamente treinta años, el 17 de octubre de 1975, mediante la suscripción del Convenio de Panamá, un tratado internacional que ha sido ratificado por sus veintiséis Estados Miembros. Sus propósitos fundamentales son promover la cooperación intraregional y constituir un sistema de coordinación de las posiciones latinoamericanas y caribeñas. Se trata de un mecanismo multilateral que incorporó a los estados recién independizados del Caribe y a Cuba, que había sido excluida de las otras entidades regionales. El SELA es un organismo de integración de características peculiares, ágil y flexible, que puede responder rápidamente a la voluntad de sus Estados Miembros. En contraste con los esquemas formales de integración, como la Comunidad Andina o MERCOSUR, permite combinaciones variables de países para emprender proyectos comunes. Incluso contempla los llamados Comités de Acción, en los que sólo participan las partes interesadas, pero que están abiertos a todos. A través de dichos comités, que desaparecen una vez cumplida su misión, se han creado empresas e instituciones regionales, como MULTIFER, comercializadora de fertilizantes, y COLCYT, que agrupaba a los CONICIT de América Latina. El organismo, cuya sede está en Caracas, fue promovido por México y Venezuela y en su concepción y puesta en marcha jugaron un papel fundamental, además de los respectivos presidentes, Héctor Hurtado y Manuel Pérez Guerrero, por Venezuela, y Horacio Flores de la Peña y Francisco Javier Alejo, por México. La idea de crear la institución surgió cuando se pensaba que los países en desarrollo, y en particular los de América Latina y el Caribe, podían jugar un papel protagónico en las relaciones internacionales y debían definir y defender sus intereses propios. Habían subido los precios del petróleo, se había nacionalizado la industria en la mayoría de los países de la OPEP y se deseaba avanzar hacia un nuevo orden económico mundial (NOEI), de carácter multipolar, que estableciera relaciones más equitativas entre los países en desarrollo y los industrializados. En el caso particular de Venezuela, el organismo permitía canalizar la cooperación que deseaba prestar a las otras naciones latinoamericanas y caribeñas mediante un proceso colectivo de amplia participación, y evitaba las posiciones paternalistas o las tentaciones subimperialistas que hubieran podido despertar los ingresos extraordinarios del petróleo. La primera gran labor del SELA consistió en coordinar la posición de la región, y en parte la de todos los países en desarrollo, en la Conferencia Norte- Sur que se realizó en París para avanzar en el NOEI. Posteriormente, en la década de los ochenta, definió la doctrina de América Latina con respecto al problema de la deuda externa y coordinó la posición de la región en relación con la Organización Mundial de Comercio (OMC). A pesar de que el SELA tuvo la habilidad de mantener la identidad de América Latina y el Caribe en los foros internacionales cuando el continente estaba dividido entre regímenes democráticos y gobiernos autoritarios militares, le fue más difícil convocar a la unidad regional una vez que en la década de los noventa se entronizó un neoliberalismo que valoraba más la competencia que la solidaridad. En la carrera en la cual cada país quería ser el primero en llegar al primer mundo, aunque fuera dando codazos al vecino, y en la cual no cabían lineamientos ni árbitros distintos a los designios del mercado, un organismo de cooperación y pensamiento como el SELA jugaba un papel muy secundario. Por otra parte, el viejo infantilismo latinoamericano determinaba que cada presidente quisiera inventar un mecanismo que permitiera perpetuar su imagen personal y en consecuencia se sintiera obligado a desechar las instituciones existentes. El afán de protagonismo afectó no sólo a las personalidades sino también a algunos gobiernos y países que se sentían predestinados y no querían compartir el escenario. Entre medio, la propuesta estadounidense de ALCA y la moda de la globalización llevaron al descuido de la integración, la cooperación y la identidad de América Latina en beneficio de la integración hemisférica (es decir, subordinada) y la llamada inserción en los mercados globalizados. Este conjunto de circunstancias, más el hecho rastrero de que muchos Estados Miembros –a veces los más grandes- no cumplen con los compromisos adquiridos sobre pago de cuotas, le ha restado fuerza en los últimos años a un organismo que, como se dice, si no existiera habría que crearlo. El nuevo interés en la integración de América Latina y el Caribe –que en América del Sur se llama Comunidad Suramericana de Naciones y en Cuba y Venezuela ALBA- debería constituir una oportunidad para revitalizar a esta institución basada en Venezuela y demostrar que los países de la región pueden avanzar en la dirección que ellos mismos decidan por medio de mecanismos multilaterales, en los que no existan tutores regionales o extraregionales. La propuesta de Petroamérica, por ejemplo, se podría discutir en un Comité de Acción, lo que permitiría una participación de todos y evitaría suspicacias en torno a ambiciones de hegemonías ideológicas o personales que pudieran dañarla. Por las razones expuestas, entre otras, el comienzo de la cuarta década del SELA debería ser la ocasión para que sus Estados Miembros, y en particular Venezuela, promuevan su fortalecimiento y se haga realidad lo que se ha llamado el relanzamiento del Sistema Económico Latinoamericano.