miércoles, octubre 12, 2005

TEMAS "VALÓRICOS": UN DESAFÍO PERMANENTE
La polémica en torno al combate al SIDA pone sobre la mesa varios asuntos que deberán irse clarificando con el tiempo y que se plantean en forma casi idéntica en torno a muchos temas más (drogas, aborto, divorcio, prostitución, tabaquismo, alcoholismo, etc.) Casi siempre se dan posiciones "de principio" por una parte y, por la otra, intentos concretos, mejores o peores, para solucionar el abanico de problemas que gira alrededor de estos males.
El primer esfuerzo a realizarse debiera consistir en uno de rigor y claridad. En el afán de cada cual de aparecer teniendo la razón se cae con frecuencia en imprecisiones conceptuales y afirmaciones oscuras. Las complejidades de estas materias son tales, que obligan al esmero conceptual y a la máxima claridad para exponerlas y desarrollarlas.
El segundo esfuerzo, ligado al primero, debiera consistir en caminar más hacia el diálogo que a la imposición autoritaria de puntos de vista. Esos debates en que cada uno dice su "verdad" sin escuchar a los demás constituyen en la práctica un amontonamiento de monólogos, que, en la práctica, a nada conducen.
El tercer esfuerzo debiera concentrarse en definir los roles de cada actor. El Estado vela por el bien común de la sociedad, esto es, por el bien del conjunto de los ciudadanos. Y lo hace con herramientas propias, diferentes a las manejadas por otras instituciones sociales. Las iglesias, que a veces critican medidas del Estado, no comprenden siempre el papel de éste y se enredan en polémicas sin destino claro.
El Ministro Eduardo Dockendorff ha dado una muestra de lo que estoy diciendo. Por un lado ha ido a dialogar con la Conferencia Episcopal chilena. Por la otra, ha explicado el ámbito en que se mueve el gobierno y, con extraordinaria claridad y hasta economía de palabras, ha comunicado a la opinión pública lo esencial de todo el asunto. Ha dicho: "Acogemos las opiniones de la Iglesia Católica con el mayor de los respetos, pero le hemos dicho que nosotros tenemos una obligación con la salud de la población y, además, tenemos un compromiso con la vida que compartimos con la Iglesia Católica."
El problema del Estado es, primordialmente, uno de implementación de políticas públicas en que debe poner prioridades (la salud y la vida en este caso) y optar muchas veces entre males mayores y menores (por ejemplo, sugerir un camino, el condón, a todos los que no sean capaces de prevenir el SIDA por otros caminos, como pueden ser la abstinencia sexual o la pareja única y fiel por toda la vida).
El problema de la Iglesia, a su vez, es, primordialmente, uno de convocatoria y persuasión de los que son, a su juicio, los mejores caminos desde el punto de vista de la moral propuesta por ella. Todos los que sean convencidos por su prédica intentarán, con seguridad, seguir sus consejos. Pero aquellos que no lo sean podrán, a lo menos, salvar sus vidas siguiendo las indicaciones del Estado.
Hay más elementos en este asunto, pero basten estos por hoy.