martes, diciembre 29, 2009

MUERE RAFAEL CALDERA EN VENEZUELA. MI HOMENAJE

En la madrugada del 24 de diciembre falleció en Caracas el ex Presidente Rafael Caldera. Iba a cumplir 94 años en enero próximo. Por esas cosas inesperadas que a veces nos trae la vida, pude estar allá para participar en sus funerales y en los actos civiles y religiosos que se realizaron los días 25 y 26 de diciembre. Todo se precipitó para mí el 24 a mediodía mientras paseaba con un nieto a la orilla del mar en la avenida Altamirano de Valparaíso. Sonó el celular y me llamaban, por encargo del Presidente de la DC chilena, diputado Juan Carlos Latorre, para solicitarme que viajara a Caracas en su representación, a tomar parte en el sepelio del ilustre fallecido. Simultáneamente con enterarme en ese momento de la noticia de su muerte me vi ante el desafío de sacrificar parte de la Navidad para poder llegar a tiempo a Venezuela. Pese a esto acepté de inmediato, pues me unían muchas cosas a Caldera, siendo el hecho de haber sido embajador de Eduardo Frei Ruiz-Tagle ante su segundo gobierno sólo la culminación de un largo proceso de relaciones con él. Ya de regreso en Chile expreso aquí mi satisfacción por haber podido estar y participar en esta significativa despedida. En definitiva, dos circunstancias dieron fundamento a este hecho: el encargo del PDC, por un lado, y mi vínculo personal con Caldera, por el otro. A ambos hechos hice mención en mi breve, pero muy sentida intervención en el cementerio, poco antes de ser sepultado. En relación con el primer aspecto, señalé la gran influencia y presencia que tuvo Caldera en Chile en la década de los años 60 y también en América Latina. Subrayé la estrecha relación de amistad que hubo entre él y Eduardo Frei Montalva, que culminó con su presencia personal y su homenaje en los funerales de su amigo en enero de 1982. En cuanto a mi relación personal, sólo atiné a relatar un hecho. Cuando yo era embajador, y terminando ya su gobierno, lo invité a la recepción del 18 de septiembre, sin mucha esperanza de que asistiera, pues no solía hacerlo con ninguna embajada. Para mi sorpresa él asistió. Al bajarse del auto que lo traía me dijo: "Vine por ti", destacando así la relación de amistad que nos unía. Por eso, me permití decir, que ahora, ante el hecho de su muerte, yo también viajé a Caracas por él, -"vine por usted don Rafael", le dije, "para acompañarlo en esta postrer despedida y estar junto a su familia y todos sus innumerables amigos". No pude decir más, porque me embargó la emoción y ya no me salieron palabras, sino sólo lágrimas. Creo que para transmitir lo esencial fue suficiente. Mis palabras fueron emocionadamente agradecidas por sus familiares y por muchos de sus amigos. Culminó así mi vínculo con esta figura histórica venezolana y pude regresar a Chile con paz en el alma. En otra oportunidad, narraré en detalle mi relación con Caldera, porque más de un aspecto de la misma puede iluminar lo que fue su rica personalidad.

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