Lo he leído en estos días en un escrito sin autor y me ha parecido interesante comentarlo antes de descubrir quién lo escribió (apenas consiga el dato, lo daré a conocer). Se trata de lo siguiente: en la vida real, estemos en la dimensión que sea, individual o social, enfrentando situaciones personales o comunitarias, económicas o políticas, nos hacemos a cada momento, consciente o inconscientemente, preguntas que buscan respuestas. Es un hecho cotidiano que, hasta aquí, estamos constatando, pero de enorme importancia. El problema surge con fuerza cuando nuestras respuestas resultan insatisfactorias. En esas circunstancias, nos embargará siempre la confusión y el desaliento y, difícilmente, encontraremos la forma de revertir la situación. ¿Qué sucede? Acontece que no revisamos casi nunca la pregunta y no nos interrogamos si la hicimos bien o mal. La pregunta suele contener o condicionar la respuesta. Si se la formula negativamente es casi seguro de que la respuesta también lo será. Y en ese caso quedaremos literalmente bloqueados. Esta reflexión preliminar abre, con este solo enunciado inicial, un tema de gran envergadura para la acción, de cualquier tipo, que toda persona humana, idividualmente o en compañía de otras personas, realiza todos los días. Dejemos estas líneas como introducción, para, más adelante, aterrizar en ejemplos concretos.
Etiquetas: acción, Preguntas, respuestas
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