Podrá ser difícil un diálogo entre las partes en conflicto, pero no hay otro camino en Honduras, salvo que se decidan por la violencia, ese camino que al final sólo muestra perdedores y heridas abiertas por generaciones para la inmensa mayoría del país. La mediación iniciada por el Presidente Arias, de Costa Rica, está a la altura de su trayectoria, que lo hizo conquistar el Premio Nobel de la Paz tras su mediación en las guerras de Centroamérica que asolaron a varios países en la década de los años 80 del siglo recién pasado. Se trata de alguien con tremenda experiencia, por lo que cabe tener la esperanza de que corone con éxito su empeño. Ahora bien, hay que saber de antemano lo que implica una solución dialogada y, por lo tanto, negociada. Nunca será un camino donde las partes alcancen la totalidad de sus objetivos. Deberán, con imaginación creadora, encontrar vías intermedias que satisfagan a las dos partes. No cabe, creo, preguntar si eso es posible en Honduras, porque la responsabilidad de los contendores -expresada en el deber de lograr el bien común de esa nación- los compromete a hacer posible incluso lo que pudiere parecer imposible. No tienen escapatoria, menos aún en este caso en que toda la comunidad mundial está atenta y pendiente de que este conflicto se resuelva pacíficamente. Sin disminuir los deberes de Zelaya, surgidos de una conducta que contribuyó a precipitar a sus opositores al abismo en que cayeron, son estos últimos los que hoy tienen, en virtud de sus propios actos, la mayor cuota de pasos a dar para que la paz tenga una oportunidad histórica para terminar imponiéndose. Al final, ambas partes deberán ceder. Si no lo hacen, estaremos ante un temido callejón oscuro, sin otra salida que no sea la fuerza de las armas. Y eso sería una tragedia para Honduras, para América Latina y para el mundo entero.
Etiquetas: Honduras, Manuel Zelaya, Oscar Arias, paz
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home