lunes, julio 20, 2009

MARCELA BOYE SOTO (4.10.1966 - 20.7.2003)

Hoy se cumplen seis años de la partida de Marcela. Es motivo para que la familia entera vuelva a conectarse con el momento en que su ser más profundo e inmortal dejó el espacio tridimensional que habitaba y el tiempo, también con tres aspectos (pasado, presente y futuro) en que desarrollaba con entusiamo sus actividades, instante temporal en que abandonó su cuerpo físico y entró en una realidad no comprensible para nuestro pobre entendimiento y no expresable con nuestro siempre insuficiente vocabulario. Otra vez somos estimulados a reflexionar y a hacernos preguntas. Indescriptible y misteriosa, la realidad de su muerte fue calificada por la propia Marcela como el paso a una "cuarta dimensión", que ella llegó a ver como un "regalo" a "disfrutar". Aceptando estas imágenes metafóricas, igualmente limitadas e incompletas, pero impresionantes, debo compartir con quien lea estas líneas, la idea de que corresponde a algo que realmente existe, que es, y que convierte a lo que llamamos "muerte" en verdadera vida eterna, anterior y posterior a cualquier realidad tangible que captemos con nuestros sentidos y sus hoy múltiples extensiones. El hecho es que, como he expresado en otras ocasiones, Marcela está tan presente en nuestra familia, que la palabra "muerte" ha perdido el significado negativo que le dimos al suceder el accidente que la sacó de su camino terrestre. Su alma, al abandonar la morada brindada por su cuerpo físico, siguió viva, como también lo estaba antes de todos los tiempos mensurables. Más aún, a partir de entonces, se hizo más luminosa y radiante que nunca. Una vez más, lo dicho no expresa cabalmente la grandeza de ese paso de la vida terrenal a la otra vida. Sin embargo, nos da paz interior, porque nos hace sentir un significado de lo sucedido que debe colmarnos de esperanza y hasta felicidad. Y esto hoy se lo debemos a Marcela, nuestra segunda hija, que se fue, inesperadamente para todos los que la sobrevivimos, dejándonos señales y lecciones indelebles para vencer nuestros apegos limitantes y para dejar de mirar la muerte como una pérdida desgraciada y verla, al revés, ni más ni menos que como un regalo a disfrutar. Creo que hoy, a lo menos dentro de la familia, esto lo aceptamos y lo compartimos, porque hemos llegado a sentirlo con ella. ¡Gracias Marcelita!