lunes, enero 22, 2007

FREI: A 25 DE SU MUERTE

Ha pasado un cuarto de siglo desde su partida de este mundo y comienza a aflorar la verdad de su asesinato. Su hijo, el ex Presidente Frei Ruiz-Tagle y actual Presidente del Senado, ha sido categórico: "Frei Montalva fue asesinado". La familia, alguno de cuyos miembros intuían esto desde hacía tiempo (Carmen Frei, por ejemplo), espera, de aquí en adelante, avanzar más aceleradamente en la investigación y lograr el esclarecimiento judicial de su muerte. Para ello ha interpuesto una querella criminal encabezada por Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Los chilenos no terminamos de ver los límites a que llegó el régimen anterior. Aparte de las violaciones a los derechos humanos que afectaron a miles y miles de compatriotas, hoy vamos comprobando una criminalidad, incrustada en el corazón del régimen creado por Pinochet y sus colaboradores, altamente selectiva. Comenzó tal vez con Carlos Prats, ni más ni menos que el comandante en jefe del ejército que antecedió a Pinochet y que le propuso a Allende nombrarlo su sucesor, asesinado junto a su esposa en Buenos Aires; siguió con Bernardo Leighton y su esposa en Roma, que salvaron milagrosamente con vida de balas asesinas que los dejaron gravemente heridos; continuó con Orlando Letelier y su secretaria en Washington. Se sabe que el plan contemplaba terminar con la vida de Carlos Altamirano, Volodia Teitelboim, Gabriel Valdés y Radomiro Tomic. Pero no quedó ahí todo. Después hubo tres profesionales degollados, el asesinato de Tucapel Jiménez y la muerte de Eduardo Frei Montalva que, durante más de dos décadas, pasó como muerte natural o, a lo más, producto de alguna negligencia médica confusa. Estoy seguro de que esta lista puede ampliarse mucho más (como el caso de los jóvenes quemados y la muerte de José Carrasco y tres personas más después del atentado a Pinochet, etc.), pero, en sí misma, es suficientemente indicativa de un hilo conductor proveniente de alguna "inteligencia" que la diseñó, de una sola vez o poco a poco (da lo mismo), y que la ejecutó con fría resolución. Las revelaciones que van emergiendo demuestran que no puede haber olvido. Ni perdón, mientras no se sepa a quién habría que perdonar, pues los perdones en abstracto de nada sirven. Deberemos seguir atento los acontecimientos y, a la par, estar cerca de las familias de las víctimas, que siguen sufriendo por estos hechos. Sólo así iremos restableciendo una red de solidaridad que sane de verdad el tejido social y político chileno.