jueves, marzo 22, 2007

¿EXISTE UNA CULTURA CHILENA?

La dimensión cultural, a la que dedicamos la última reflexión, es tan amplia que no puede agotarse ahí. Hoy, además, el asunto alcanza un alto nivel de complejidad. Cada tema en este campo admite, generalmente, diversas interpretaciones. Tomemos esta vez un ejemplo cercano: ¿existe un "nosotros" chileno? En otras palabras, ¿hay una cultura chilena propiamente tal, una visión del mundo que pueda llamarse legítimamente "chilena"? La sola formulación de estos interrogantes nos deja expectantes ante la posibilidad de una respuesta negativa. Pero hay que atreverse. Al parecer, lo más razonable reside en afirmar que hay elementos que configuran una "nación chilena", realidad que comparten todos, o casi todos, los habitantes del territorio de Chile. Sin embargo, no cuesta mucho ver que se trata de un vínculo plagado de problemas, de contradicciones, de situaciones inclusive muy dramáticas. Chile, en su interior, alberga muchas realidades culturales diferentes, desde la presencia de los que habitaban Chile antes de la llegada de los españoles, pasando por estos últimos que se hicieron presente hace casi 500 años, hasta las olas de inmigrantes que llegaron después de la independencia. No sucede de forma distinta en el mundo. En verdad, todas las naciones tienen problemas semejantes, en mayor o menor grado. Para los chilenos el asunto no es menor. En menos de 200 años (todavía) de historia como país independiente, ha sufrido convulsiones mayúsculas. En el siglo XIX debió vivir varias guerras civiles. Ellas sucedieron a pesar de conflictos bélicos externos que contribuían a unir al país. El quiebre de 1973 partió en dos su historia y sus efectos están lejos de haberse diluído. Pese a todo lo dicho, que debiera llevar a la conclusión de que no existe lo chileno propiamente tal, aparecen las contradicciones, expresadas en hechos transversales, que terminan creando imágenes de unidad nacional, de sentimientos patrióticos y de pertenencia a un colectivo casi homogéneo. La lista es larga y se bambolea entre lo elevado y lo superficial, entre lo profundo y lo banal, entre la academia y la farándula. Ahí aparecerán siempre las grandes personalidades literarias (sobresaliendo, entre muchos de excelente calidad, los poetas que obtuvieron el Premio Nobel) y artísticas, una Miss Universo, la selección nacional de fútbol, los tenistas que llegan a ser "top ten" en el mundo, y un largo etcétera. Al final, como ya lo he dicho algunas veces, corresponde asumir la historia entera como propia, partiendo de la base de que deberemos, cada cual con sus luces y su manera de pensar y de juzgar, estar siempre ante lo positivo y lo negativo, lo feo y lo hermoso, lo cruel y lo bondadoso. A partir de ahí, tomando todo en cuenta sin olvidar nada, podemos siempre dar hoy un nuevo paso y construir el futuro. La encarnación de valores de primer nivel, como la solidaridad y otros semejantes, se produce desde esta base. La dimensión de lo que hay por hacer sólo puede medirse con una mirada integral, que trate de abarcarlo todo sin dejar nada afuera. Sólo así podremos superar la crisis presente y llegar algún día a un verdadero desarrollo integral, inclusivo, amable, humano, completo.

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sábado, marzo 17, 2007

GRAN OLVIDADA: LA DIMENSIÓN CULTURAL

Demos un paso más en lo planteado hasta aquí. Tomemos una de las dimensiones más olvidadas de un verdadero desarrollo integral: la cultura. Particularmente los economistas suelen ignorar, cuando no despreciar, este aspecto. No comprenden que con su ciencia manejan sólo la cuarta parte de la dimesión total de la realidad y que la cultura abarca otra cuarta parte, tan importante como la economía. Esto es así, porque toda persona se mueve, como ya vimos, no sólo en el mundo donde colectivamente circulan, se producen y se distribuyen bienes de consumo, sino también en un "nosotros" cultural, con valores y formas de pensar y de actuar surgidos de la convivencia, de las tradiciones y de la historia donde ese "nosotros" se ha desenvuelto. Este es el espacio de la ética, de las visiones del mundo, de los contextos comunes. Es una dimensión realmente existente que se manifiesta de innumerables maneras. Por desgracia muchas veces ha sido (y aún es) avasallada y desconocida. Muchas políticas públicas realizadas en el campo social quedan truncas o fracasadas por no considerar este aspecto. Un plan de vivienda o uno de transporte público (hoy a la vista con el Transantiago) puede sufrir graves tropiezos cuando no toma en cuenta el sentir de la gente, o sea, las emociones colectivas. Y aún faltan dos dimensiones más, que veremos próximamente.

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jueves, marzo 08, 2007

RECAPITULANDO

Lo que hemos dicho hasta ahora en los últimos cinco post merece una rápida recapitulación:
  1. Estamos en medio de una crisis, expresada en malestares varios algo confusos, pero reales, que, como toda crisis, ofrece la oportunidad de encontrar mejores caminos para enfrentar los problemas que nos aquejan.
  2. En el origen de nuestro malestar está la falta de soluciones integrales, que existen, pero que ignoramos. Las que se aplican son parciales, chatas, frías y, por eso mismo, crueles.
  3. Para lograr soluciones integrales se requiere diagnosticar bien la realidad, no equivocarse en este punto, abarcando todos sus aspectos.
  4. Toda realidad tiene cuatro grandes dimensiones: exterior-individual, interior-individual, exterior-colectiva e interior-colectiva. El desarrollo, para ser integral, debe tomar siempre en cuenta estas dimensiones. El humanismo, para ser integral, debe hacer lo mismo.
  5. Se puede salir bien de la crisis si en el campo de las políticas públicas contemplamos las cuatro grandes dimensiones de toda realidad.
La tarea que tenemos por delante no es simple. No hay que engañarse en esto. El mundo se ha hecho cada día más complejo. Por eso, formular caminos integrales, que tomen en cuenta todas las dimensiones de la realidad, no es fácil. Tal vez allí, por una cierta pereza subyacente en todos nosotros, radique una de las causas de una cierta tendencia a simplificar las cosas y concentrar esfuerzos en forma unidimensional. El paradigma dominante en la actualidad trata de reducir todo a la economía que, como disciplina se mueve básicamente en el ámbito de lo colectivo exterior. No trabaja con personas individuales, como un médico ante su paciente, ni indaga los sentimientos profundos de una persona, como lo hace el psicólogo que interroga al yo de la persona que interroga, ni mucho menos se preocupa por los valores culturales que determinan la conducta de cada sociedad humana. La economía trabaja con "recursos" humanos o, más brutal aún, con "capital" humano. En definitiva, sólo mide superficies, pero se niega a tomar en cuenta otras dimensiones y a aceptar que otras disciplinas tienen que trabajar con ella para dar cuenta de la realidad completa. La economía de la gran mayoría de los economistas contemporáneos es autista, no escucha el clamor de los pobres, el llanto de un niño o los dolores de una madre. En su egocentrismo que cree saberlo todo no escucha a nadie y se deshumaniza todos los días. Las excepciones, que las hay y son honrosas siempre, sólo confirman la regla general. A partir de aquí debemos comenzar la búsqueda de soluciones. Deberán ser integrales y, adelantando algo, atravesadas por un valor central como es la solidaridad.

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domingo, marzo 04, 2007

UNA REFLEXIÓN COMPLEMENTARIA

Lo dicho hasta aquí, desde la constatación de una crisis profunda y la existencia de un mundo "chato", hasta la necesidad de buscar soluciones integrales, puede hoy ser complementado con una cita de un libro que acaba de caer en mis manos. Se trata de la obra de José Bengoa, titulada "La comunidad perdida. Ensayos sobre identidad y cultura: los desafíos de la modernización en Chile." (Ediciones SUR, Santiago 1996). Dice Bengoa en el "Preámbulo" de su libro:
"Este libro habla de la comunidad perdida. Chile, al igual que muchas otras sociedades, posee la sensación de haber perdido parte de su identidad. Las décadas pasadas, llenas de revoluciones y contrarrevoluciones, alegrías y dolores, crisis y éxitos económicos, nos producen un sentimiento de haber roto los vínculos antiguos, y de no haber surgido aún los nuevos lazos que nos reentusiasmen por vivir -todos juntos- en sociedad." Aplicando las cuatro dimensiones de nuestro post anterior, estamos en el ámbito de lo interior colectivo, esto es, el campo del "nosotros", el espacio de la cultura. Sobre "sensaciones" y "sentimientos" colectivos hablará, entonces, el libro de Bengoa. Sigue así: "El crecimiento económico, persistente por más de una década en Chile [¡ya son dos décadas! OB], está siendo peligrosamente acompañado por el malestar. No son pocos los que observan que el anhelado desarrollo, meta de todos los proyectos sociales y políticos, provoca al mismo tiempo desazón, inseguridad, ruptura de viejas lealtades, en fin, pérdida de sentido." Estas líneas parecen escritas para este momento preciso. Han pasado diez años más desde que se escribieron y las cosas no son distintas. Agrega, finalmente, Bengoa: "Nuestra identidad se confunde frente a las transformaciones. No sabemos muy bien los que representamos o queremos ser como comunidad. Lo transitorio preside todo, el tiempo breve de las comunicaciones modernas rige el ritmo de la cultura. La ausencia de identidad debilita los sentidos colectivos y privatiza las frustraciones. Es por ello que hablamos de una pérdida de nuestra identidad, como quizá el fenómeno más profundo de una sociedad azotada por procesos de ´modernización´." A la luz de lo expresado por Bengoa y a lo visto en los últimos dos artículos anteriores, emerge un primer gran descuido del conjunto de políticas públicas y de todos los esfuerzos privados que han perseguido la llamada "modernización" del país, el descuido de la dimensión cultural. A los actores políticos y privados les ha faltado mucha sensibildad en este aspecto. Bajo Pinochet, si es que lo incluímos en el esfuerzo modernizador (algunos lo niegan), existió el "apagón cultural". No fue prioridad para Aylwin y Frei Ruiz-Tagle. Y con Lagos, que puso de relieve esta dimensión, los esfuerzos se quedaron cortos. Es probable que la Presidenta Bachelet también se quede corta. En nuestro esquema, ha sido descuidado el ámbito colectivo interior del "nosotros", o sea, el de la comunidad, para emplear el lenguaje de Bengoa. El país, así, sigue viviendo en una atmósfera chata, plana, fría, sin alma. Y esto trae aparejado el malestar que constatamos a cada rato y en cada rincón de nuestro país. Valga este aporte como complemento de lo dicho en los cuatro artículos anteriores.

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viernes, marzo 02, 2007

CUATRO DIMENSIONES DE TODA REALIDAD

En mi post anterior hablé de cuatro dimensiones de toda realidad, idea tomada de Ken Wilber. Quiero explicar un poco más este aspecto, fundamental para una aproximación sólida hacia un desarrollo integral. Tomemos el caso de la persona humana. Toda visión humanista la coloca en el centro de sus preocupaciones y no tendrá nunca problemas para aceptar que busca siempre para ella un desarrollo integral. La idea de un "humanismo integral" la conocí por primera vez leyendo hace medio siglo la obra de Jacques Maritain que se llamaba, precisamente, "Humanismo integral". No obstante esa lectura que, hecha hoy de nuevo, sigue teniendo aspectos de gran validez, ha sido la obra de Wilber la que me ha permitido aclararla mejor para los efectos de la visión política dentro de la cual he trabajado toda mi vida. (Al lector interesado le recomiendo leer "Una teoría de todo. Una visión integral de la ciencia, la política, la empresa y la espiritualidad." Ed. Kairos, Barcelona, 2ª ed. 2003) Apliquemos, entonces, las cuatro dimensiones a la persona humana, dado que es ella (cada persona y todas las personas) la que siempre está en el ámbito de las políticas públicas: De esta manera,

· cada persona deberá, desde luego, ser medida y analizada por instrumentos creados en el contexto exterior individual. Desde esta perspectiva se la verá como una máquina a mantener funcionando en la mejor forma, como un "ello" que se ve desde fuera. Se cuidará, por eso, su buena salud física y mental, a cargo de la medicina y la psiquiatría, entre otras disciplinas. Instituciones públicas y privadas tratarán de cubrir esta dimensión.

· A la vez, poseedora como es la persona de subjetividad, será explorada, de ser necesario, en el ámbito interior individual. Se procurará, así, llegar a su "yo" y, por eso, se cuidará su salud psicológica y espiritual, a cargo de la psicología profunda, por un lado, y de las religiones y corrientes filosóficas preocupadas del alma humana, por el otro. Se buscará hacerla subjetivamente feliz.

· Pero esa misma persona vive en un mundo social y políticamente organizado (familia, juntas vecinales, municipios, provincias, regiones, Estados, entre otros espacios e instituciones), donde tiene deberes y derechos. Será estudiada como individuo que se mueve en el ámbito colectivo exterior, o sea, el espacio donde se mueven "ellos". Se buscarán las mejores estructuras para asegurar su libertad y su mejor desarrollo personal. Hasta ahora, las mejores descubiertas por el hombre se enmarcan dentro de lo que denominamos democracia. Las ciencias jurídicas y sociales se encargarán de alimentar esta parte. La historia entregará también pautas significativas, procedentes de comportamientos externos pasados.

· Finalmente, pero no por ello menos importante, esta persona está también inserta en el marco de entornos culturales situados en el interior colectivo. Ellos condicionarán sus enfoques y preferencias en su vida junto a los demás. Aquí se encontrará sumergida dentro de la atmósfera que configurará e impregnará su vida entera en sociedad. La antropología cultural y la etnología, entre otras disciplinas, jugarán aquí un rol central.

Dejar de lado cualquiera de estas dimensiones equivaldrá siempre a mutilar, ni más ni menos, a la persona humana. Pero esto vale también para todas las otras realidades, como la sociedad, el país, el continente, el planeta. Sin desarrollo integral, simplemente no habrá desarrollo. Esta es la afirmación básica para sostener la necesidad de trabajar con gran dedicación y cuidado en la construcción de un desarrollo que comprenda todas las dimensiones de la persona.

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