¿HACIA UNA SOCIEDAD SOLIDARIA?
En mis observaciones sobre el Gabinete designado por Michelle Bachelet insinué un tema que, prometí, trataría en un próximo artículo. Ahora lo hago, advirtiendo que esta reflexión entronca con una escrita por mí aquí el 13 de enero pasado, a dos días de la segunda vuelta, bajo el ambicioso título "EL PAÍS POR CONSTRUIR: DE UN MODELO DOMINADOR A UNO SOLIDARIO". Para no repetirme, copio sin correcciones, que ahora haría, lo escrito entonces:
- El tema es cultural antes que nada. Se sitúa en las ideas y creencias que tenemos en la cabeza los chilenos sobre lo que es y debe ser nuestro país. El "alma de Chile", de la cual habló en su tiempo el recordado Cardenal Silva Henríquez, fijará siempre la orientación final de nuestra sociedad. Por eso coloco este aspecto en primer lugar. Es un largo y complejo asunto que aquí sólo se menciona. Requerirá, más adelante, tratamiento especial.
- El tema es también institucional, sistémico. La organización política y jurídica no es indiferente en relación a la sociedad que tenemos. En términos históricos, venimos saliendo de una auténtica orgía de autoritarismo, protagonizada por una contrarrevolución impuesta a sangre y fuego en 1973, que dejó una institucionalidad a su medida. La superación de la misma se ha venido haciendo de modo evolutivo, reformista, y no revolucionario. Ha sido una prueba dura de paciencia y persistencia, no apta para impacientes. Se ha avanzado mucho, pero queda igualmente otro buen trecho que recorrer.
- A las dos dimensiones anteriores, esencialmente colectivas, se unen dos individuales. La primera es externa y trata del cuidado y desarrollo físico y mental de cada persona. La salud pública y la medicina, incluyendo particularmente la neurología, tienen aquí un rol muy grande que jugar.
- La segunda es interna y se refiere al desarrollo de la conciencia de cada persona. Su avance nunca es parejo y determina fuertemente lo que sucede en las otras tres dimensiones. La psicología es fundamental en este ángulo de la realidad. (Agrego ahora: también las religiones y las filosofías de vida que buscan la realización espiritual de las personas encuentran un sitio en esta dimensión o ámbito de la realidad total...)
Toda apuesta política nueva deberá tener presente esta estructura, de una realidad en cuatro dimensiones y no, como suele hacerse, tomando en cuenta una sola de ellas. La chatura de lo que se ha hecho radica en esta falla central. Partiendo de la situación actual de Chile, en que hemos heredado un modelo dominador y patriarcal de larga data (no sólo desde 1973; en verdad, desde el pasado colonial), pienso que es imperioso, además, encaminar a Chile hacia un modelo solidario. El primero tiene una larguísima y accidentada historia. Estaba retrocediendo desde hacía algunas décadas cuando volvió por sus fueros con inusitada violencia, al imponerse en Chile la dictadura de Pinochet en 1973. El segundo modelo, el solidario, que ahora planteo, no surge de la nada en este momento. Hay raíces. Deberemos tenerlas muy en cuenta, para incluir lo avanzado en lo que se haga a partir de ahora. Sin embargo, pese a las muchas cosas realizadas con la recuperación de la democracia y la llegada de la Concertación al gobierno en 1990, falta un largo trecho por caminar. Diría más: falta casi todo lo más importante por hacer. Dejo aquí este planteamiento, que se entronca con varios artículos que he escrito aquí sobre la necesaria renovación política e ideológica que se necesita en el mundo y, desde luego, en Chile. Continuaré desarrollándolo en el nuevo panorama que está por abrirse en nuestro país."
Dos días después de escribir estas líneas fue elegida Michelle Bachelet Presidenta de la República. Aunque lo había pronosticado una y otra vez, la certeza final sólo se produjo entonces. El comienzo de una nueva realidad comenzaba de verdad.
Y es aquí donde quiero colocar la reflexión hecha y continuar desarrollándola, porque la considero central. Con Michelle Bachelet ha surgido una oportunidad histórica para que Chile avance hacia una sociedad realmente distinta a la construída hasta ahora, solidaria, fraterna, amable, participativa. El abandono de un modelo dominador, autoritario, vertical, propio del patriarcalismo y el machismo hasta ahora imperante, abre perspectivas insospechadas, todas favorables al desarrollo armónico y pacífico de Chile. Se trata de un vuelco cultural, con profundas repercusiones en lo político, lo económico y lo social. De consolidarse, todo debiera cambiar en Chile en dirección a más justicia, más equidad, más fraternidad. El valor solidaridad estaría en el corazón de esta nueva realidad.
Volvemos a quedar hasta aquí. Lo básico está en seguir desarrollando esta línea de pensamiento y tratar de hacerla carne en todos los aspectos de la vida nacional. Otro país, mucho mejor, nacerá, si lo hacemos.